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América Latina y el Caribe son especialmente vulnerables al impacto causado por la pandemia debido a sus profundas desigualdades, indicó informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Asimismo, señaló que la reducción de brechas en pandemia impulsará crecimiento inclusivo.

La Crisis de la Desigualdad: América Latina y el Caribe en la Encrucijada es un análisis sin precedente. Sobre las causas profundas que explican el rezago de la región en distribuir más equitativamente los ingresos, el bienestar y las oportunidades.

Asimismo, el informe toma en cuenta las medidas tradicionales de ingresos. También los indicadores menos tangibles como el rol de la geografía y la confianza de la ciudadanía en las instituciones. 

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El reporte recomienda una serie de políticas públicas. Las cuales servirán para reducir las brechas y salir de la pandemia con cimientos más sólidos. Que permitan generar un crecimiento futuro más inclusivo.

“La desigualdad en América Latina y el Caribe es bien conocida. Pero no necesariamente bien entendida”, dijo Eric Parrado, economista jefe del BID.

“Si no abordamos el reto de la desigualdad de manera multidimensional, la región continuará sufriendo de episodios de malestar social. Y seguirá siendo vulnerable a choques externos, como deja en evidencia la pandemia”, agregó. 

Dificultades para enfrentar la crisis

De a cuerdo a datos históricos, América Latina ha tenido dificultades para enfrentar crisis. En el pasado, cuando su PBI cayeron un 5% o más, el impacto en los salarios reales fueron de un 10% en promedio. Llegando al 20%, en algunos casos.

En ese panorama, el desempleo sube y el número de empleos formales baja.

Por ello, el nivel de pobreza típicamente aumenta entre 3 y 5 puntos porcentuales. Aún después de tomar en cuenta los programas gubernamentales para amortiguar el impacto de las crisis económicas.

En el caso del COVID-19, la crisis tiene algunas características especialmente regresivas en el corto y largo plazo. Pues inmediatamente después de que la pandemia golpeara la región, la mayoría de los gobiernos implementaron medidas estrictas.

Como, por ejemplo, restringir la circulación de las personas fuera de sus hogares. Lo que afectó desproporcionadamente a los hogares de bajos ingresos.

De hecho, casi un 65% de las personas en el quintil de menores ingresos conocía a un familiar que había perdido su trabajo. Mientras que en el quintil de personas más altos ingresos, esa cifra fue de solo el 22%. 

Ahora, según el informe, el desafío es asegurar que la recuperación beneficie a todos los ciudadanos. Así tendríamos sociedades más inclusivas y resistentes a los choques económicos y climáticos, entre otros.

En ese sentido, la región ha avanzado en la reducción de las brechas de ingresos, particularmente durante el boom de las materias primas entre el 2000 y el 2013. La pobreza se redujo de un promedio del 42.3% en 2002 a un 23.1% en 2018. Además, millones de personas se sumaron a una creciente clase media.

No obstante, la región está muy rezagada frente a las economías desarrolladas agrupadas en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En donde el 10% más rico gana solo 9 veces más que el 10%.

La educación también contribuye a la reducción de brechas

La educación es otro factor que empeora la desigualdad. Las diferencias en la calidad de la educación explican una cuarta parte de la inequidad salarial para los trabajadores en América Latina y el Caribe.

Si bien es cierto, los pobres ahora tienen un mejor acceso a servicios de educación, aún existe una importante separación de las escuelas por estatus social. Pues, según el informe, para corregir estas inequidades la clave es introducir mejores políticas fiscales.

Sin embargo, por medio de impuestos y gastos fiscales los gobiernos de América Latina disminuyen la desigualdad en menos de un 5%. Mientras que los países de la OCDE y la Unión Europea lo reducen en un 38%. Es decir, en América Latina y el Caribe son ocho veces menos efectivos que sus contrapartes más desarrolladas.

Un obstáculo importante es la alta tasa de informalidad en las economías y su impacto en las pensiones. Las cuales son una de las principales herramientas para redistribuir ingresos en la OCDE. Además, la evasión fiscal es más alta en América Latina y el Caribe que en otras regiones más desarrolladas. 

“Para fortalecer el tejido social es necesaria una mayor protección para los pobres y las clases medias-bajas, mientras se mejoran los servicios públicos para traer a individuos de los hogares de mayores ingresos al espacio de servicios públicos compartidos” puntualizó el BID.

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