Claudia Adrianzén Zapata tiene 23 años y desde hace cuatro administra Naná Cupcakes, un negocio propio que tiene por concepto alegrar la vida de las personas a través de la personalización de cupcakes, brownies, cajas sorpresa y, como ella dice, “todo lo que al cliente se le ocurra para consentir a la persona que aprecia”.
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Inicios
Luego de pasar por un cuadro complejo de estrés que desencadenó en un derrame facial, Claudia debía buscar actividades que la distrajeran, según las indicaciones del médico. Optó, entonces, por empezar a vender chocotejas en la Escuela Tecnológica Superior de la Universidad Nacional de Piura, institución en la que estudiaba Administración.
Es así que, en el 2015, Naná Cupcakes asomaba entre vacilaciones y ganas de pasatiempo. Pero ni el logo ni el nombre inicial era el de la actualidad: “Cositas ricas” fue la denominación temprana de esta idea que ahora es identificada como “el negocio del cupcake rosado”.
Crecimiento
Claudia asegura que la apariencia del local que ha surtido en la frontera de su casa ha evolucionado a lo largo de estos cuatro años. Cada elemento que comprende este espacio ha sido resultado de un ahorro estricto y de un enfoque constante de deseos.
El primer artículo en ocupar el salón tan acogedor en el que se ha convertido Naná Cupcakes fue el conjunto de drywalls que lo limitan del resto de la casa. Luego las vitrinas, la conservadora en la que ofrece postres a los curiosos vecinos que transitan por la vía, y finalmente la pincelada de creatividad que tan bien coordina con las paredes rosas y blancas, con las pizarras y con los carteles de frases dulces.
Apoyo familiar
Claudia confiesa que nada hubiese sido posible sin el respaldo familiar. “Cuando tengo un pedido grande involucro a todos”, cuenta. Pero además de la participación general, la dueña de Naná Cupacakes está agradecida porque sus padres, su abuela y sus dos hermanas asumen el papel de sostén en cada una de las tareas que este negocio abarca.
Preparación
Desde aprender a comprar hasta elaborar las sorpresas más complejas. Las tareas de Claudia han requerido que su preparación sea perseverante aun cuando los cursos no hayan sido parte de su rutina. Los libros, las cuentas oficiales y los canales de Youtube han sido las fuentes para que los seguidores de Naná Cupcakes queden agradecidos por la forma artesanal en que se elabora cada detalle.
El nombre
El cariño de su abuelita y el segundo nombre de Claudia, Ananí, hicieron que “Naná” sea una palabra común durante su infancia. Es así que cuando llegó el momento de consolidar su negocio, la emprendedora cayó en cuenta de que “Naná” resultaba corto, familiar y fácil de recordar.
Valor agregado
Claudia narra que lo que distingue a Naná Cupcakes, además de que la realización de detalles y postres involucra el conocimiento de los clientes porque cada uno es una historia, es el valor artesanal que cada producto posee. Tanto las sorpresas como los comestibles guardan recetas y secretos de antaño que su madre y su abuela se han encargado de materializar.
Expectativas
La emprendedora está planeando abrir un local en el centro sin dejar de brindarle cuidados al de su hogar. “Es el primero y el que con tanto esfuerzo he equipado. Este sitio tiene un valor sentimental”, asegura.
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Me encantó el artículo y más mucho más porque es mi sobrina jeje…dar las gracias por esta nota por la difusión y de esta manera darle la oportunidad a chicas tan joven como ella …de que conozcan su trabajo y la historia que hay detrás de este emprendimiento