La economía peruana muestra señales de mayor crecimiento hacia el cierre del 2025, impulsada por los altos precios internacionales del oro y el cobre. Este contexto favorable permite que el producto bruto interno supere las proyecciones iniciales y que la inversión privada registre uno de sus mejores desempeños en más de una década. Sin embargo, el impulso proviene principalmente del entorno externo. La expansión no se traduce aún en mejoras sostenidas del empleo formal, los salarios ni en una reducción significativa de la pobreza.
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Precios del oro y cobre impulsan crecimiento económico
El oro y el cobre sostienen el desempeño reciente de la economía peruana. El cobre, principal producto de exportación del país, alcanzó los US$11.800,50 por tonelada métrica. El oro, por su parte, se mantiene cerca de los US$4.200 por onza. Estos niveles históricamente altos mejoran los términos de intercambio y elevan los ingresos por exportaciones y recaudación fiscal.
El Banco Central de Reserva del Perú señaló que las condiciones internacionales favorables permiten revisar al alza la proyección de crecimiento económico. La entidad evalúa ubicar el avance del PBI por encima del 3,2% al cierre del año, en un contexto marcado por el entorno externo positivo.

Inversión privada crece pero sigue rezagada en el PBI
La inversión privada registra un crecimiento acumulado cercano al 9% y se perfila a cerrar el año alrededor del 9,5%. Este resultado responde principalmente a la renovación de maquinaria y a proyectos vinculados al sector minero. Economistas consultados destacan que se trata de uno de los ritmos más altos de la última década.
A pesar de ello, la inversión mantiene una participación cercana al 17% del PBI. Este nivel se ubica por debajo del promedio de 18,5% observado en los últimos quince años. Además, no se registran grandes proyectos de infraestructura que permitan sostener tasas de crecimiento de dos dígitos por varios años consecutivos.
Empleo formal e ingresos avanzan de forma limitada
El consumo de los hogares creció alrededor de 3,6%, en un contexto de recuperación gradual del empleo y de los ingresos. Sin embargo, el crecimiento económico cercano al 3% limita la creación de nuevos puestos formales en planilla. El empleo formal apenas supera los niveles previos a la pandemia.
Actualmente, el sector privado formal concentra cerca de 4,2 millones de trabajadores y el sector público alrededor de 1,6 millones. En conjunto, el empleo formal alcanza a 5,8 millones de personas, frente a una población ocupada que supera los 17 millones, mayoritariamente en la informalidad.
Sectores no primarios lideran la expansión económica
Las actividades no primarias lideran el crecimiento económico del año. La construcción destaca como uno de los sectores más dinámicos, tras haber sido uno de los más afectados en el 2024, en un claro efecto rebote. El comercio también aporta al resultado positivo, al igual que el agro y la pesca, pese a restricciones climáticas.
En contraste, la manufactura no primaria muestra un desempeño más débil. Los rubros vinculados al consumo masivo y a la producción de insumos presentan menores niveles de actividad, lo que limita un mayor arrastre sobre el empleo y los ingresos.
Crecimiento resulta insuficiente para reducir pobreza
El ritmo actual de crecimiento no permite una reducción contundente de la pobreza. Entre 2004 y 2013, el PBI creció en promedio 6% anual y la inversión privada lo hizo en 13%, lo que permitió un ciclo sostenido de mejora social. Hoy, ese escenario no se repite.
La pobreza alcanza al 27,6% de la población, más de nueve millones de personas, por encima del nivel prepandemia. En el mejor escenario, la tasa podría reducirse hacia el 25%, todavía lejos de los registros previos al 2020.
Ingresos laborales y tipo de cambio reflejan recuperación parcial
Los ingresos laborales reales crecieron cerca de 5% en lo que va del año, el mayor avance desde el 2009. La inflación dentro del rango meta evita nuevas pérdidas del poder adquisitivo, aunque no genera mejoras sustanciales en los salarios.
El tipo de cambio también refleja el buen momento externo. Cerca del 80% de la apreciación del sol en el 2025 responde a la debilidad global del dólar y a los altos precios de los metales. Para el 2026, los analistas prevén una depreciación leve, asociada al contexto electoral, siempre que no surjan episodios de conflictividad social.





















