Hace 13 años que Tomasa Terleira Gonzáles, una tarapotina de 45 años, dejó los miedos sobre la pista y aceleró la muerte del estereotipo “solo los hombres manejan”. Ahora, al mando de su Hyundai rojo transita las calles de Piura movilizando a escolares por las mañanas y confiriendo a mujeres una cuota de seguridad por las tardes.
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Tomy, como le gusta ser llamada, aprendió a dominar el volante sin imaginar que tiempo después llegaría a obtener la licencia de conducir A2 Profesional. Luego de que fuera contratada para cuidar a una anciana en Lima, se le encargó la tarea de aprender a conducir para que el tramo desde El Callao hasta San Isidro, lugar en el que la octogenaria recibía sus terapias, ya no fuera un pendiente en el ajustado horario de los hijos de casa.
Inicialmente un miedo se había apoderado de Tomy: los choques tempranos le hacían pensar que ella y el volante no serían buenos amigos. Pero la insistencia de los dueños de casa y la certeza de que no habría descuentos en el bono salarial la incentivaron a seguir aprendiendo.
Después de unos meses, Tomy ya no solo recorría con facilidad el tramo El Callao – San Isidro, sino también se aventuraba a conducir la minivan familiar durante los paseos de verano a Asia.
Este conocimiento la llevó a conseguir un trabajo de repartidora en una imprenta, y luego, un trabajo de compra y venta de arroz en el Bajo Piura. Es así que Tomy llega a la ciudad del eterno calor.
La llegada a Piura
En el verano de 2017, durante la temporada de lluvias, hubo una reducción de personal y Tomy se quedó sin trabajo y con solo 980 soles como liquidación. Carecer de familia en una ciudad nueva la llevó a tomar medidas veloces. “Tengo licencia, empezaré a taxear”, se dijo.
El primer carro
Un amigo le prestó “el carro plomo”, como ella lo llama, y empezó a familiarizarse con las calles piuranas, pronto se dio cuenta de la realidad: las carreras faltaban y los insultos por ser mujer sobraban.
“Cuando empecé fue bonito, pero ya en el camino quise tirar la toalla”, asegura Tomy luego de recordar que durante los tres primeros días no obtuvo ni una sola carrera, solo la negación tras notar que la conductora era una mujer.
“Ve a tu cocina, ¿qué haces acá?”, le decían los taxistas que la veían recorrer las calles de Piura.
Una amiga abogada se enteró de la frustración que sentía y le propuso presentarle a sus colegas para que les hiciera carreras solicitadas exclusivamente por vía telefónica. Después de unos meses una propuesta empezaba a hacerse recurrente: “¿Por qué no haces movilidad escolar?”.
Tomy empezó movilizando a tres niños y al término del año la lista estaba conformada por ocho pequeños.
El carro propio
La desesperación por pensar que pronto se quedaría sin trabajo se apoderó de ella cuando el dueño del carro se lo pidió de regreso.
Es así que, en diciembre de 2018, Tomy se presentó a una concesionaria que otorgaba créditos y que exigía solo dos requisitos: el dni y la licencia de conducir. Aquí le dijeron que era la primera mujer chofer que solicitaba un préstamo vehicular.
El crédito fue aprobado, pero Tomy notó que el 28% como monto de interés hacía que el costo de un carro resultara alrededor de 68 mil soles. Dejó de lado la idea del crédito.
Pero lo que no abandonó fue el deseo de tener su propio carro. Una amiga empresaria le ayudó a sacar un crédito bancario y hasta la actualidad le paga puntualmente cada letra.
Expectativas
Tomy, pese a no tener familia en Piura, planea quedarse en esta ciudad porque desea ver que más mujeres estén al volante. Asimismo, luego de que acabe de cancelar las cuotas de su carro, quiere comprarse una minivan para que el servicio de movilidad escolar que ofrece se expanda aún más.
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