La tradición del tejido en paja toquilla tiene raíces profundas en las culturas precolombinas de la región andina, particularmente en lo que hoy conocemos como Ecuador y Perú. Este arte ancestral tiene un vínculo especial con las comunidades indígenas que, antes de la llegada de los españoles, ya utilizaban fibras naturales para elaborar diversos objetos utilitarios y ceremoniales.
El tejido en paja toquilla es reconocido mundialmente gracias a los famosos sombreros de Panamá, que en realidad son originarios de Ecuador. Esta técnica floreció en la provincia de Manabí y otras zonas costeras, donde la planta de la paja toquilla (Carludovica palmata) crece de forma nativa. El proceso artesanal y su impacto cultural llevaron a que en 2012 la UNESCO declarara este arte como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
En Perú, la paja toquilla se teje especialmente en la región norte, destacando en Piura, donde comunidades como Catacaos y Narihualá han mantenido viva esta tradición. Las técnicas de tejido se han transmitido de generación en generación, preservando los métodos ancestrales. Además de sombreros, es común encontrar adornos, canastas, flores tejidas y otros productos utilitarios o decorativos elaborados con esta fibra.
Ambos países comparten el uso de la Carludovica palmata, una planta de origen tropical, y las similitudes en las técnicas de tejido apuntan a un legado cultural compartido desde la época prehispánica. Con la llegada de los españoles, esta práctica se adaptó para crear productos más comerciales, como sombreros y utensilios que se convirtieron en símbolos de identidad y sustento económico para las comunidades.
María Castro Villegas: Artesana de Narihualá y guardiana de la tradición
Cada vez que hay ferias en Piura, María Castro Villegas, una artesana de paja toquilla, viaja desde Narihualá para vender sus productos. Su día comienza temprano: «Salgo de mi casa a las 7:30 de la mañana y llego a Piura a las 8:30, dependiendo de la movilidad», explica. Al final de la jornada, regresa a casa alrededor de las 8 o 9 de la noche.
María aprendió a tejer desde los 15 años, una habilidad que heredó de su madre y que ahora transmite a sus nietos. «Este oficio viene de generación en generación. Mi mamá me enseñó a tejer, y ahora yo estoy enseñando a mis nietos», comparte con orgullo. En su comunidad, los niños comienzan tejiendo objetos pequeños como vinchas o ganchos para el cabello y, poco a poco, adquieren destreza para crear productos más complejos.
Entre los productos que María ofrece, destacan sombreros de dama, flores tejidas, carteras y cubierteros. Algunos de estos artículos pueden terminarse en un día, como los cubierteros, mientras que otros, como las carteras pequeñas, pueden tomar hasta dos días. «Depende del tiempo que tengamos en casa; a base de eso avanzamos», explica.
El reto del costo de la materia prima
A pesar de su dedicación, María señala que el elevado costo de la fibra de paja toquilla representa un gran desafío para los artesanos. «El material es caro porque lo traen de otros sitios. Primero lo lavan, lo blanquean, y luego lo procesan para teñirlo en diferentes colores», detalla. Esta etapa previa al tejido incrementa los costos, dificultando el acceso de los artesanos a la materia prima.
La asociación y el trabajo colectivo
En Narihualá, existen asociaciones como la del Perpetuo Socorro y la Asociación de la Virgen de la Puerta, que reúnen a los artesanos locales. Estas organizaciones trabajan para abastecer a las tiendas y ferias de la región. María recuerda haber sido parte de una de estas asociaciones, aunque actualmente trabaja de manera independiente. «Allí trabajamos con el tejido de paja toquilla, y también hay muchos artesanos que producen sombreros, carteras, flores y otros productos.»
La comunidad de artesanos en Narihualá ha encontrado en este oficio una fuente de sustento económico y un medio para preservar su herencia cultural. Sin embargo, como menciona María, la mayor parte de los artesanos actuales son mujeres. «Antes participaban hombres, pero ahora la mayoría somos mujeres de diferentes edades», afirma.
- El tejido en paja toquilla no solo es una expresión artística, sino también una fuente de identidad y sustento para comunidades como Narihualá. Gracias a artesanas como María Castro Villegas, esta tradición se mantiene viva, adaptándose a los desafíos del presente y transmitiéndose como un valioso legado a las nuevas generaciones.